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Espacio público, epicentro de historias

Cuentos y canas
‘’a casa (o lar!) é o lugar feminino por excelência – reino da domesticidade, espaço conhecido e confinado –, enquanto a rua – espaço público do inesperado, fortuito e desconhecido – é o lugar da masculinidade’’ Raquel Rolnik
 
Son las 12:30 del día, ya almorzó y se lavó los dientes postizos. Anabelio está listo para salir de su casa en La Valencia, Heredia. En su barrio todavía se siente la tensión del asesinato de un joven, que pasara la noche anterior y él sale un poco intranquilo. Antes de cerrar la puerta, se asegura que anda su cédula en el bolsillo de su camisa blanca, como sus canas. Sin eso no se puede montar al bus. En menos de una hora está en el centro de la ciudad. Habiendo por fin llegado a su espacio de tranquilidad, Anabelio decide de qué lado de la banca sentarse.
 
Jesús Blanco, que lleva instalado ahí desde las 9:00 de la mañana, lo ve acercarse y decidir. Jesús recuerda que durante los últimos seis años, después de que sale el sol en Alajuelita, se baña, se pone la gorra, y se dirige a la cocina de la casa de su hija. Agarra el tubo de plástico autoadhesivo y corta exactamente la misma cantidad que el día anterior, justo lo suficiente para sentarse. Uno a uno traen su plástico o su cartón para sentarse, y así hora tras hora, entre más sombra dé el árbol más se llena la banca.
 
Anabelio, Gato’e monte, como le dicen ahí, comenta con sus compañeros de banca las nuevas ocurrencias del Pelón que dirige al país y algún otro asunto que haya decorado las páginas del periódico de hoy.  Por ejemplo él, orgulloso rojiamarillo, discute con los manudos la ética del árbitro del domingo.  
Aunque tiene dos hijos en Tucurrique, una hija y su mujer en Tierra Blanca de Cartago y nueve nietos, dice que siempre ha vivido sólo.
-Es una historia complicada.
 
Hace cuatro años que viene a San José todos los días, a refugiarse en el espacio público. Esta banca, durante el día, está llena de cuentos y canas... Anabelio, Jesús, Gerardo, Álvaro, y muchos otros... pasan días, meses y años viendo a la masa de transeúntes desfilar frente a ellos. Justo antes de la hora del cafecito, son tantos y están tan cerca uno del otro que no hay lugar para la soledad, la dejan en sus casas.
Ellos son testigos de aquella época en la que sólo los varones, empoderados ciudadanos, hacían de Chepe su sala. Parece que, aún hoy, tampoco hay lugar para las mujeres… Este es el Club de las Palomas Caídas- dice entre carcajadas-estamos aquí cuidando que no se caguen en la banca. Este es un buen lugar pa’ despejar la mente, conversar un rato, ver gente pasar. ¿Qué más puede hacer uno cuando ya está pensionado? En la casa los viejos sólo estorban. 
 
 
El reloj marca las cinco, poco a poco se pierden entre los pasos acelerados de la hora pico. Mañana volverán.
 
 
Abril 2016
San José, Costa Rica.
Espejos urbanos
Iba deambulando por las calles, una de estas tardes de verano. Marzo, seco y despejado, deja ver una ciudad iluminada y caliente por el sol. De repente descubro un portal que me lleva a otra ciudad, simétrica a esta donde estoy. En sus vitrinas se revela la esencia: la ciudad es una suma, una aglomeración. Una sobre otra, sobre otra, sobre otra, las historias se superponen. 
 
Qué me están vendiendo a través del vidrio? Porqué no me parezco al maniquí? Será que soy parte de la mercancía? o la mercancía es parte de mí, parte de lo que percibo como ideal, estético y real? 
 
Será que estamos atrapados en una jaula invisble? 
Chepefilia contagiosa
Recientemente, participé de un taller fotográfico organizado por Focus Taller de Arquitectura Experimental. Al cabo de tres semanas tenía 6 albumes en mi archivo, llenos de fotos de la ciudad: ''Chepe1, Chepe2, FocusChepe,...''. Algo había pasado.
Ya no puedo cruzar la capital en paz cuando no tengo mi cámara. Mis andares por sus aceras despedazadas se extienden por horas. Todas las esquinas me ofrecen relatos, con sonidos, olores y colores intensos como el calor del asfalto a medio día. Los edificios y los parques tienen historia y algunos desconocidos e invisbles personajes, ahora tienen nombre y apellido. 
 
Con una dosis fuerte de pasión (por San José) y otra igual de talento, Mauro impartió un taller poco convencional a un grupo (muy) diverso y rico. Sociología urbana, uno que otro clin d'oeil histórico, arquitectura, cine (pornográfico), muchas fotografías y un sin fín de historias narradas de una forma que sólo un testigo, intencionalmente atento, puede tener. 
 
Sí, pasó algo.
Me contagié de la Chepefilia y no tiene cura.
Espacio público, epicentro de historias
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3 ideas, 1 lugar: San José, capital de Costa Rica.

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