Allá, lejos, en 2003, tuve la oportunidad de realizar mi primer e inolvidable viaje a Europa.
Visité a grandes amigos en Pamplona, y con ellos viví de sol a sol las fiestas de San Fermín. Impregnado de aromas, sensaciones y buenos momentos vividos, sentí el impulso de diseñar para el concurso anual de carteles de las fiestas de 2004.
Un buen día recibí una carta proveniente del Ayuntamiento invitándome a la muestra de los 10 carteles finalistas. Si bien mi cartel no resultó ganador, sentí un orgullo inmenso al saber que mi cartel estaría allí, expuesto, listo para que gente de todo el mundo pudiera apreciarlo.
Volví a viajar, volví a visitar a mis grandes amigos y volví a impregnarme por completo de una de las fiestas más grandes del mundo.
Esta es la pequeña gran historia de este cartel que llevo profundamente en mi alma.